¿Alguna vez te ha pasado que tu hijo se acerca demasiado a alguien, toca sin permiso o parece no notar la incomodidad de los demás?
Si estás criando a un niño con autismo, probablemente sí. Y aunque a veces puede generar miradas o malentendidos, es importante entender que no lo hace por maldad ni falta de respeto, sino por una forma diferente de percibir y procesar el mundo.
Comprender el concepto de “espacio personal”
El espacio personal es una idea abstracta, difícil incluso para muchos adultos. Cambia según la cultura, el contexto y la relación entre las personas. En algunas culturas, abrazar o hablar muy cerca es normal; en otras, puede parecer invasivo.
Para un niño o una persona con autismo, esas normas sociales no dichas pueden ser confusas. No siempre interpretan las señales del lenguaje corporal, las miradas o los gestos que indican que alguien necesita más distancia.
A veces, simplemente no perciben esa barrera invisible que la mayoría damos por sentada.
No es una falta de límites, es una búsqueda de equilibrio sensorial
Muchos niños dentro del espectro son lo que se conoce como “buscadores sensoriales”. Esto significa que su cuerpo busca constantemente estímulos que les ayuden a regularse.
Pueden acercarse demasiado a alguien porque sienten curiosidad por un olor agradable, una textura en la ropa, un brillo, o incluso por una sensación de calma que perciben en esa persona.
Para ellos, invadir el espacio personal no es un acto social, sino una manera de conectarse con el entorno o encontrar bienestar físico y emocional.
Por eso, cuando tu hijo se acerca demasiado o toca a alguien sin permiso, no lo hace con mala intención, sino desde una necesidad que, aunque diferente, es completamente humana.
Por qué es importante trabajar esta conducta
Aunque el motivo sea inocente, es fundamental enseñarles a respetar el espacio personal.
A medida que crecen, los riesgos aumentan: acercarse demasiado, tocar o mirar fijamente puede ser malinterpretado como una conducta inapropiada, e incluso llegar a ponerlos en situaciones de peligro o rechazo social.
No se trata de reprimirlos, sino de guiarlos con empatía. Enseñar estas normas es parte de ayudarlos a desenvolverse en un mundo que no siempre comprende su forma de sentir.
Yo misma tengo un buscador sensorial en casa, y he aprendido que con paciencia, constancia y amor, los avances llegan.
Poco a poco va entendiendo que no puede acercarse demasiado a los demás sin permiso. Y al mismo tiempo, he aprendido la importancia de explicar a las personas lo que sucede, para evitar juicios y generar conciencia.
Estrategias para enseñar el respeto por el espacio personal
Cada niño aprende a su ritmo, pero existen herramientas prácticas que pueden ayudarte en casa, en la escuela y en espacios públicos:
1. Usa apoyos visuales
Los apoyos visuales son excelentes aliados.
Puedes crear carteles, pictogramas o dibujos que representen la “burbuja” de espacio personal. Explica que todos tenemos una burbuja invisible y que debemos pedir permiso antes de entrar en la de otra persona.
2. Recurre a cuentos y muñecos
Los cuentos sociales o juegos con muñecos ayudan a representar diferentes situaciones: saludar, despedirse, esperar turno o pedir un abrazo.
Así el niño puede ver y practicar conductas adecuadas sin sentirse presionado.
3. Practica escenas reales
Haz pequeñas dramatizaciones en casa: “¿Qué pasa si alguien se acerca mucho?” “¿Cómo puedo saludar sin tocar?”
De esta forma, aprenderá de manera vivencial y divertida.
También puedes mostrarle videos con expresiones de incomodidad o con ejemplos de cómo mantener una distancia adecuada. Lo visual siempre refuerza el aprendizaje.
4. Enséñale sobre los gestos y emociones
A muchos niños con autismo les cuesta interpretar el lenguaje no verbal.
Explícale que cuando alguien da un paso hacia atrás, cruza los brazos o se pone tenso, puede significar que necesita más espacio.
Puedes practicar frente al espejo o usar imágenes que muestren expresiones de incomodidad o agrado.
5. Ofrécele alternativas sensoriales
Si tu hijo necesita estimulación sensorial, lleva siempre algo que lo ayude a autorregularse: una pelota antiestrés, un tejido suave, auriculares con música, o cualquier objeto que le brinde calma.
Esto reduce su necesidad de buscar estímulos en otras personas.
6. Sé constante y paciente
El aprendizaje no sucede de un día para otro.
La clave está en repetir con amor y coherencia: en casa, en la escuela, en la plaza. Cuantas más oportunidades tenga de practicar, más natural se volverá.
Y recuerda: no excuses la conducta, pero tampoco la castigues. Explícale por qué es importante, y al mismo tiempo, educa a los demás para que comprendan el porqué detrás de su comportamiento.
Educar es proteger
Enseñar a respetar el espacio personal no es solo una cuestión de modales: es una herramienta de protección y autonomía.
Le estás dando a tu hijo una forma de cuidar su seguridad y de relacionarse con el mundo desde el respeto mutuo.
Como padres, tenemos la tarea de acompañar con empatía, pero también con límites claros.
Hablar del tema, sin miedo ni culpa, ayuda a construir una sociedad más inclusiva y comprensiva, donde todos los niños puedan ser ellos mismos sin ser juzgados.
0 comments:
Publicar un comentario