sábado, 2 de abril de 2022

Historia sobre paternidad : El padre paseador de perros

 Historia sobre paternidad : El collar de padre a hijo

Esa mañana como todos los días, se escuchaban los gritos alterados del hombre retando a su hijo:

-Levantate pronto, lavate la cara, los dientes, peinate, ponete la camisa.Pero apurate, tenés que irte a la escuela. ¿Sabés qué?... Ya no hay tiempo para que desayunes, en el camino vas a tomar tu jugo, pero no lo derrames por tu ropa ¿Qué te dije?...tonto, ya te manchaste la camisa. Me tenés harto, nunca hacés bien las cosas.

El hijo solo callaba, sabía que le podía ir peor.

Estaba tan atemorizado que ni siquiera podía decirle "papá".

En la escuela, constantemente su maestra le llamaba la atención porque se distraía.

Siempre pensando por qué no podía ser feliz como los demás niños.

Esa tarde al regresar a casa, sin saber por qué, se atrevió a hablar y dijo:

-Hoy me preguntó la maestra en qué trabajás y no supe qué responder.

-Yo entreno perros- le dijo su papá.

-¿Y para qué los entrenás?, continuó el hijo

-Les enseño a ser obedientes, a sentarse, a quedarse quietos, a saltar obstáculos, a no destrozar cosas, a cuidar la casa, a cuidar y proteger a los niños.

Los entreno para trabajar con la policía, con los bomberos, los entreno para rescatar personas, para salvar vidas localizando explosivos y muchas cosas más.

-¡Ah! , ¡También los entreno para ayudar a caminar a los ciegos!

Con mucho interés, el niño seguía preguntando:

-¿Y les pagan a los perros por hacer todo eso?

-Claro que no, dijo él.

-A cambio reciben mucho amor, atención y cuidados de parte de sus dueños o de quienes trabajan con ellos.

-¿Y cómo los entrenás?

-Es muy sencillo- dijo -Solamente les pongo un collar los llevo a pasear, camino y hablo con ellos y poco a poco les voy enseñando. Cuando no hacen bien los ejercicios los corrijo, firmemente pero sin lastimarlos, después los acaricio para que sientan que no estoy enojado con ellos. Para entrenar perros se necesita mucha paciencia.

El niño, muy emocionado, quería salir corriendo para contarle a sus amiguitos lo que acababa de escuchar, pero de pronto...

Con ese gesto infantil, característico y natural que hacen los niños cuando sienten que van a llorar, levantó su carita inocente y le dijo a su papá:

-Poneme el collar! Yo también quiero salir a pasear y hablar contigo, quiero aprender muchas cosas de vos, quiero que me corrijas si hago algo malo y después me acaricies para sentir que no estás enojado conmigo. A cambio yo voy a ser un niño obediente, no te voy a hacer enojar más, no voy a destrozar cosas, voy a cuidar la casa, voy a cuidar a las personas, voy a salvar vidas... Ah! y si un día vos te quedás ciego, yo te voy a ayudar a caminar! ¡Por favor, poneme el collar, solo teneme paciencia!

El papá, se echó a llorar y abrazó a su hijo.

Desde ese día, de su corazón salió un collar invisible que se enlazó con el corazón de su hijo.

¡Era un collar con muchos eslabones de amor, de calor humano, de comprensión y mucha paciencia!

El niño sonrió, se acurrucó en su pecho y le dijo:

-¡Gracias, Papá!


Que todo lo amable, gentil, tolerantes, cariñosos, cuidadosos que podamos ser, lo seamos con nuestros seres amados y cercanos, hijos, esposo (a), padres, nietos, hermanos, familia, amigos y conocidos.

Brindemos amor y paciencia en nuestro entorno.


Tomado de la red. 

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